Ir al contenido principal

Lágrimas fundidas

Porque un porqué suele tener respuesta, porque siempre nos gusta preguntarnos cómo funciona el mundo, pero nos referimos a nuestro mundo, nuestra mente, necesitamos descifrar la inmensa e infinita indefinida sustancia de nuestro ser.
No sabemos quiénes somos y nos aterra, nos perdemos y no conseguimos formar nada, crear algo, hacer crecer una flor o construir un imperio. No sabemos quiénes somos y no sabemos quiénes son. ¿Quién es nuestro vecino? ¿Nuestro amante? Conocemos sus nombres, sus caras, su olor, su sudor, pero nunca podemos conocer su más íntima chispa, idea o caricia que querrían gritarle al mundo que necesitan.
Pero hay ínfimos instantes, diminutos y brillantes como lejanas estrellas en un cielo tímido, en los que lágrimas llenas, pesadas y liberadas, expresan, tocan los poros que acogen sentimientos.
Momentos en los que gota a gota, sin palabras ni movimientos, un alma le transmite a la otra sus temores, comparte trozos de su energía interior, la condensa y la deja caer lentamente, libre y fresca en pequeñas caricias de sutiles fuentes. Brillantes ojos, erizados poros comunican y se entienden, se sienten sin comprender el significado, pero sí el momento, sí el valor, sí la sensación de estar ahí, de encontrarse en esos infinitos preciosos folículos.
Mientras la piel del amante se humedece y riega por las lágrimas del amado-amante que se disuelve, chispas internas crean ese nuevo rincón emocional, ilógico, pero real, otro lenguaje, otra sustancia que se adentra y crea una nueva capa corporal, un nuevo invisible órgano dedicado a la persona encontrada.
Somos regamos de las lágrimas de las personas que, en nuestros brazos, unidos y hundidos en nuestras manos, se funden con nuestra piel.