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Perdida

Pensaba que Nefeli se limitaba al nombre relacionado con las nubes, pero nunca pensé en algo más, más allá del nivel terrenal y planetario de la Tierra. Me limité a lo que veo ante mis ojos cuando observo mi alrededor, el cielo y las nubes, un límite, un precioso ligero discreto y elegante límite, sombra y niebla que inspira a más. Pero tanto tiempo no busqué lo "más" y me quedé en ellas, las observé curiosa y maravillada, una relación que me hacía sentirme feliz y encariñada.
Pero un momento, un sentimiento me hizo cambiar, pasar y ver, adentrarme en ellas y descubrir qué hay en realidad detrás, dentro, de Nefeli. Νεφέλη (νέφος) ---> Νεφέλωμα. Nube, nébula, nebulosa.
No son sólo nubes lo que me rodean, no son sólo las nubes mi entorno, son las estrellas mi ser, son las nebulosas mi pensamientos. ¿Rodeados de nubes? Algo tenía que aparecer, nunca fui fan de la Luna, porque siempre se llevaba toda el protagonismo. Las estrellas, siempre están ahí, siempre podemos apreciarlas, tan lejanas, pero tan presentes, tan luminosas, pero tan escondidas, desconocidas. Pero nuestras.

Nubes y nebulosas, y luego me pregunto cómo es que no soy capaz de aterrizar si cada vez me alejo más y más de la realidad...

Claro que mi nombre no es sólo Nefeli, sino María-Nefeli, porque aunque nos creamos independientes y únicos tenemos una familia, uno antepasados y unas personas a las que nos parecemos, curiosamente, puede que por culpa, o gracias a, el nombre. María, mi abuela paterna, fallecida ya hace unos cuantos años en un momento bastante simbólico. Mi recuerdo es el olor a jazmín cerca de su casa en Atenas (Χαλάνδρι) y su frase al explicar por qué se enamoró de mi abuelo, más alto que ella: quería a un hombre alto, así, al mirarle a los ojos, podría ver también las estrellas. Así que puedo llamarla coincidencia, elección romántica y dramática mía subconsciente o hiperconsciente o puede ser una especie de destino.
María y las nubes, María y las estrellas, María y Nefeli... lo que tiene un nombre... propio. ¡Qué personal!

No es culpa mía, ¡pregunten a los astrólogos!